¿Y vos... la abrirías?
No sabía si abrir la puerta, según el mapa que había encontrado, esa antigua puerta de madera gastada, era la salida, o tal vez la entrada hacia algo que lo perturbaba desde hacía mucho tiempo. En sus sueños siempre estaba esa entrada o salida, pero nunca la abría; solo recibía increíbles imágenes al tocarla con la yema de sus temblorosos dedos.
Él estaba de pie, en una línea de tiempo que alguna vez vio en algún libro y hasta en sueños; si miraba hacia atrás podía ver el pasado en brevísimos flashes; pero ¿quería saber sobre el futuro?, para verlo debía atravesar la puerta. Si veía el futuro tal vez podía encontrar la respuesta a la decisión que tenía que tomar en el presente y muchas otras cosas más. Pensaba en su destino por sobre todas las cosas ¿Y el futuro del mundo? ¿Sería acaso un cobarde por abrir la puerta y echar un simple vistazo? ¿Sería egoísta de su parte querer atravesar la puerta solo para saber sobre su vida y no la del mundo entero?
Él era una simple persona, con una simple vida, con problemas no sumamente importantes; aún así debía mirar detrás de la puerta… Si no le gustaba aquello que realmente estaba detrás, ¿qué haría? ¿Podría cambiar las cosas? Ver algunas imágenes no era lo mismo que atravesar esa misteriosa puerta que lograba que él perdiera más minutos de existencia; el tiempo no se le devolvería; más allá de que estaba enfrentado al tiempo mismo; un tiempo que le mostraba sucesos de su futura vida… ¿Por qué a él? ¿Por qué no?
En menos de unos minutos vería si logró su objetivo, o tan solo qué sorpresa le depararía la vida ¿Podría ser un cambio tan brusco teniendo en cuenta la vida que llevaba? Su curiosidad estaba por asesinarlo ¿Podría acaso quedarse sin alma por querer ver el futuro? Alguien le había dicho que no debía jugar con el tiempo si es que tuviera la oportunidad, y luego halló el mapa. Pero tal vez aquel bosquejo que había hallado en un amarillento y áspero trozo de papel, no era un mapa. Su memoria se perdía, lo único que importaba era la puerta; y no se conformaba con las imágenes, era hora de cruzar el muro.
Le había llegado una indicación de un señor que no podía ver, primero le habló a la mente, y no fue broma porque después oyó que lo expresaba con mayor fuerza en ese espacio de tiempo y la puerta se movió. La voz le dijo que si echaba un vistazo al futuro, automáticamente tres años de vida se le descontarían en el presente, regresaría pero más viejo y sin modificaciones en su vida, pero ya sabría lo que le esperaba más adelante. Cada vez que abriera la puerta equivalía a tres años menos de vida; y no más de dos minutos podía ver del futuro.
Tenía treinta años, era joven. Supuso que sus amigos y su familia no lo notarían envejecer, tres años no era mucho tiempo, pensó.
Se detuvo a analizar la situación y creyó que si ya estaba allí era por algo, pensaba que si tenía algunas claves sobre el futuro era una inversión de tiempo, y todo eso que tendría que descubrir le llevaría el mismo tiempo que en el presente; entonces era más fácil abrir la puerta. De igual manera perdería tres años si no la abría; no eran tanto tiempo mil noventa y cinco días.
Abrió la puerta.
Con cierta lentitud se mostró una luz blanca y una música que le recordó a su infancia. Vio escenas del futuro, claras, no imágenes cortas, vio su destino, que supuso que no era posible conocer.
Estaba en una gran casa, tocaba el piano, no se hallaba viejo, tendría diez años más que en el presente. Olía a flores el bello ambiente en dónde se encontraba, era un lugar cálido y se sintió bien.
“Mi amor, ¿estás en casa?”, oyó que alguien decía. Pero él seguía viéndose a si mismo y no podía ver nada más, y no reconoció aquella suave voz.
Luego se cortó bruscamente esa escena y pasó volando a otro flash: ve que está de vacaciones en una playa y está tomando sol, a lo lejos un niño lo saluda y él responde: “si, te estoy viendo, cuidado!” Un niño con cabellos dorados que le sacó una sonrisa. Esa escena que él quiso retener se esfumó y pasó de la playa a estar sentado en un cómodo sillón; en la televisión las noticias anuncian que posiblemente los problemas con dos países llegarían a una guerra que afectaría a más de cien mil personas.
La puerta se cerró y él fue empujado hacia atrás.
Aún en estado de shock solo pensó en que quería saber más: “No puede ser, quiero ver un poco más, pasó rápido… no se vio nada interesante, parecía que todo estaba bien… que formé una familia, me iba bien económicamente…”- pensaba en voz alta.
Ni siquiera sabía que otras cosas deseaba para el futuro, por eso no se conformó con ver esas imágenes.
¿Por qué deseaba hallar algo malo? ¿O algo mejor o más grande? Ni siquiera él sabía que quería encontrar, todo eso generó más curiosidad.
Una simple persona puede tener una simple vida, pero también a esa simple persona pueden pasarle cosas que nunca imaginó.
Decidió perder tres años más, seis años no iban a significar una gran diferencia en el presente.
Y otra vez abrió la puerta…
Allí estaba, pero ese flash ya no tenía conexión con los visto antes, cada vez que abría la puerta había una nueva secuencia de tiempo; el tiempo nunca iba en orden y le molestaba, realizaba saltos que lo ponían nervioso.
Ve que está en el trabajo, cuando se dirige al baño y toma algunas píldoras. “Puedes lograrlo” se dice mirándose al espejo para luego salir y entrar en una reunión; sus ojos se muestran inquietos y todos en la sala, esperan su discurso, que se basa en el tiempo. Y aquello le llamó la atención.
La escena se cortó y se trasladó hacia otro momento muy triste de su futura vida: vio que estaba con una mujer que yacía en sus brazos. Ella está por morir y él le dice: “perdóname, no debí involucrarte en esto…”
Y la puerta otra vez se cierra.
¡No! – gritó. No era justo. Dijo que no fueron dos minutos, que no le daban la información precisa. Y gritó mirando hacia arriba, hacia la voz que alguna vez le explicó las reglas.
Sin siquiera pensarlo volvió a abrir la puerta.
Las imágenes no continuaban en orden, él ya lo sabía. Y además cada flash no mostraba todo, aún no le daba las claves que él suponía que debía hallar.
Por tercera vez se ve a él mismo: escribe un libro sobre una puerta, tendría nueve años más que en el presente (sin agregar los años que adquirió recientemente) y le cuenta a una persona que parece ser un amigo, que cree saber cómo viajar en el tiempo, esa persona le dice que está loco. Él se ve a él mismo y ahora no sólo ve, sino que escucha sus propios pensamientos del futuro, y es en ese momento cuando descubre que esa puerta es la entrada hacia el mismísimo infierno. Se da cuenta que aquello no puede ser una creación divina.
Y por tercera vez sale expulsado.
Allí, en medio de la nada y del todo, piensa, manifiesta cara de demencia, pero ahora más que nunca sabe de qué se trata todo, y cree haber hallado la clave, su destino y el destino de la humanidad.
Ya perdió nueve años, un número interesante, piensa. Nueve años tardó la puerta infernal en rebelarle aquella demoníaca verdad.
Supone que la respuesta es seguir viendo detrás de la puerta porque desde allí no sabía como destruirla. Aún de pie es ese infernal espacio descubre también que el mismo es la llave, es el acceso para que cualquiera pueda llegar y ver su futuro. Ver el futuro es una desgracia, pensó. Ver el futuro es desafiar a Dios, es una manera perversa de conocer el destino; la puerta no debería existir.
Sabía que las imágenes eran reales, pero también pensó que podrían ser falsas. Se sabe que el infierno es la repetición de lo terrible una y otra vez.
Decidió abrir otra vez la puerta.
Ahora ve que tiene un cuchillo en la mano y no recuerda lo que acaba de hacer, pero aún algunas gotas de sangre caen desde el brillante filo.
Y desde allí vuela hacia otro flash y se ve a él mismo frente a la puerta, y piensa que no tiene sentido, porque está mostrándole el pasado, reciente, pero pasado al fin. Y entonces cree que no solo esa entrada maligna es sobre el futuro, es todo, la vida misma, es una locura. Sabe que debe esperar a que los saltos del tiempo lo lleven al pasado, pero parece que eso ocurre cuando la puerta le regala algo más que dos minutos para ver. Cree que si lo logra pueda así modificar algo, pero tiene miedo; aunque podrían devolverle los años perdidos. Sin embargo la voz que le dictó las reglas no le habló sobre el pasado. Y esa imagen ahora se mezcla con la del futuro, en dónde el niño de cabello rubio le dice que extraña a su madre.
Y otra vez es expulsado, y la puerta se cierra.
Ha perdido doce años en ocho minutos, pero aún así cree que ganó, porque descubrió algo. Siendo él la llave, cree que también es la clave de esa puerta, y tomó el mapa amarillento y su textura lo llevó a pensar que era piel humana, de alguien que alguna vez pasó por la misma situación de él, sabía que era así, ahora todo tenía sentido. Todo quedó marcado es aquella piel, un trozo de piel muerta o quizás aún viva por los terribles secretos que escondía, y tembló de miedo absoluto con la sola idea de saber que quizás él terminaría así.
Ahora más que nunca sabía que debía sellar la puerta. Aunque eso significara deshacerse de toda su epidermis.
Y volvió a entrar con un plan.
El futuro ahora lo muestra muy anciano, el cabello blanco y la mirada triste; está sentado en su actual casa y mira hacia la nada. Cree que es la escena final antes de su muerte. Esa imagen es mostrada por mucho tiempo y él cree que es injusto y en ese momento salta a otro flash y se ve enfrente de la puerta pero con los cambios que le hizo el tiempo, y mientras ve eso, mira sus mano y toca su rostro y sabe que ha cambiado, entonces piensa y retrocede, y lo logra, justo está por ser expulsado y decide aferrarse al marco de la puerta, y no desea salir, y la puerta no puede cerrarse y todo eso trae más años en su vida… Ve a su piel, con marcas, y sabe que la respuesta estará en su cuerpo y llora mientras sigue sujeto a ese agujero demoníaco. Cada instante que pasa, uno o dos pelos de su cabellera se tiñen de blanco con enferma y extraña lentitud, y otras tantas marcas aparecen en sus manos y rostro, al igual que los cortes que hace un cuchillo para formar grietas, llamadas también arrugas. Y otra vez ve la imagen de él, anciano, sentado en su casa esperando morir e irse al infierno, y repetir una y otra vez su error, al menos en su piel estará marcada la entrada….
No resiste más porque los años siguen avanzando, y luego de varios minutos se desprende de la puerta, y cae. Permanece allí, sin fuerzas.
Toma el viejo trozo de piel y sigue las pistas para regresar a su casa, mostrando unos setenta años.
Vuelve a su casa y se sienta en el sillón. Es ahí cuando recuerda que ese era el último momento antes de su muerte, eso supone cuando piensa en la imagen que le mostró la puerta… Entonces con sus últimas fuerzas regresa allí. Decide no morir aún; pero se corta la piel, trozo por trozo, para luego desprender toda la epidermis de su cuerpo y sellar la puerta…
Mientras tuvo resistencia colocó los trozos de piel en la puerta, y la arrugada piel se adhirió con fuerza tratando se formar un poderoso sello, el lacre de piel humana que cerraría el infierno era él mismo.
Dicen que aún hoy él sigue viendo el futuro; porque quedó vivo, su piel está viva y no deja de observar el futuro una y otra vez, su futuro y el futuro del mundo entero, lo ve todo, no puede hacer otra cosa que ver todo lo que sucederá en esta vida, para toda la eternidad ¿Es acaso posible la eternidad?
Quizás nadie más intente llegar a esa puerta o quizás podrán llegar, pero no abrirla.
Dicen también que él está allí, que es parte de la puerta, y está cuidando la entrada del infierno para que nadie más intente ingresar y ver el futuro.
Por:
Valeria Carina Massimino
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