...APARECEN EN TU VIDA... Y CAMBIAN ALGUNOS DE TUS PENSAMIENTOS...
Conocido por su personal manera personal de abordar la psicología y los temas sociales, Alfredo Moffatt sigue en la lucha y trata de reparar a la sociedad. Creador de un esquema operatorio para terapia de crisis, desde hace 27 mantiene en pie dos de sus creaciones: “El Bancadero” y “Las Ollitas”, lugares que fundó para ayudar a la población marginada que transita por las calles. Una mirada diferente pero real, que desea contagiar con su espíritu solidario.
Los 75 años del psicólogo social Alfredo Moffatt sólo se revelan por su barba blanca de un largo prudencial, otrora más tupida, más de hombre silvestre, tal cual se revela en su andar por la vida, sin ataduras, sin fronteras, desafiando lo establecido y buscando recrear lo que está mal para él y para los demás.
Luego de una breve espera y de la advertencia sonora de un reloj que marca las cuatro de la tarde, Alfredo Moffatt, “un Dostoievski criollo” como se autodefine, invita a esta cronista y al fotógrafo a pasar a la cocina donde aún se perciben los aromas de un almuerzo tardío. “Acá somos así”, dice en alusión a la demorada comida. “¿Qué hay de postre?, pregunta al poco tiempo. Ante la respuesta negativa de una mujer, se resigna, y nos invita a pasar a su oficina.
La casa es antigua, tiene dos pisos, ahí vive y además da clases hace más de 15 años. Tiene fotografías por todas las paredes, y cada imagen es un increíble recuerdo: La India, New York, Francia, Brasil, Londres, donde se ve a un Moffatt sumamente joven y siempre comprometido con la sociedad que existe, pero que no todos se detienen a ver. También hay libros en cada rincón del cuarto, y se suma a la entrevista un simpático perro, que dice que encontró en la calle.
Alfredo Moffatt decidió desde su juventud de qué lado de la vida quería estar: “Los que más sufren, también son los que están más aptos para comprender los grandes sentimientos de la vida; si yo no tengo un proyecto de destino, si no sé adónde voy, desde el punto de vista existencial, no sé quién soy”, advierte en una frase que parece ser la brújula que lo guía.
Alfredo ríe antes de que se encienda el grabador y por momentos se asemeja al inventor de la risoterapia y responsable de la inclusión de ésta terapia curativa basada en la alegría en la medicina moderna, Patch Adams. Moffat renueva con cada palabra, con cada gesto sus ganas de seguir en la lucha para cambiar cosas y demostrar que hay otras terapias posibles, reales y cercanas a los que sufren.
Cuando se enciende el grabador se acomoda en su silla y enciende él también el suyo: “Yo también voy a grabar, quizás de esto me surjan nuevas ideas”.
¿Quién es Alfredo Moffatt?
Hay varias suposiciones, muchas teorías dicen que es un arquitecto, pero esa es falsa (se ríe), hay otra que cuenta que es una especie de líder revolucionario de la psicoterapia de los pobres, y una más que es el “Moncho Cardozo”, el nombre que utiliza cuando va a matonear en los bajos fondos. Y varias más…
Creo que me especialicé en esquizofrenia porque hay muchos adentro mío, pero nos llevamos muy bien, y somos amigos.
¿Por qué dejó de ejercer la arquitectura?
Porque era hacerles la casa a los ricos, y además son aburridos. Los marginales, los locos y pobres son más divertidos. Empecé ir al manicomio porque me interesaba poética y estéticamente. En la facultad de arquitectura llegué a ser profesor de Historia del Arte.
¿Cómo surge la idea de analizar la mente humana?
En realidad no se analiza, hablo de reparar a la persona. Desarrollé técnicas de reparación. Se reparan historias, vidas y la identidad. Desde chico quería ser médico o detective, para entender.
En otros países existen estas terapias de reparación que menciono, pero en Argentina los profesionales se manejan con características depresivas a la hora de hacer terapia.
Yo hago ejercicio legal de varias profesiones, pero no estudié en la facultad. Fui terapeuta, psicólogo clínico y psiquiatra. Empecé medicina, pero dejé y tuve que inventar una técnica terapéutica.
¿No encontró lo necesario en la enseñanza que brindaba la Universidad?
Lo que se enseñaba en la Universidad es ineficiente. Ejemplo, la Facultad de Psicología, se especializa en algo cada vez más abstracto, más sofisticado, de palabras difíciles e inútiles. Está emparentado con la masturbación, porque no cura, no es fecundo.
El psiquiatra reprime, ahora elegantemente, antes no, y en la actualidad lo hace con psicofármacos. Está bien recetarlos si sólo baja un poco el nivel de angustia para instalar la psicoterapia, que es verbal. El hombre es hombre porque habla, no es un conjunto de químicos. Si se descubre una pastilla que te dice cuál es el sentido de la vida, ¿estaría bien? y si se muere tu mamá, ¿la tomás y listo? ¿No hay más problema?… El psicofármaco no cura, tan sólo impide la expresión de la angustia que produce en el síntoma.
Otro ejemplo es la ritalina, es una barbaridad, quieren darles ese fármaco a los chicos porque son inquietos, la palabra es lo que nos hace humanos. Hay que preguntarle al chico porqué está inquieto; hoy ganó la línea farmacológica porque es más fácil medicar.
Desde hace tiempo el psicópata va al poder, no al hospicio. Al hospicio va el pobre, el delirante. Y eso que en nuestro país hay más psicoanalistas que en otras partes del mundo. El psicólogo da análisis interminables con lo cual nunca da de alta a la persona.
Recuerdo cuando el colegio de psicólogos de la provincia de Buenos Aires me hizo juicio penal por ejercicio ilegal de la psicología. Porque yo no quería estudiar lo que daban en la facultad, y por eso inventé una técnica. Pasaron muchos años de eso. Ahora doy clases en la Universidad de Buenos Aires, una cátedra para alumnos y profesionales todos los miércoles.
¿Cuáles son los pasos que se aplican para una terapia de crisis según el esquema operativo que creó?
El primer paso es la contención, consiste en conectarse con la otra persona. No sólo estar cerca, estamos conectados psicológicamente con la otra persona: podemos estar cerca y no estar conectados o podemos estar lejos, y conectados. Esto tiene que ver con la presencia que le ofrecemos al otro, y que está expresada en una mirada y una actitud de escucha que el operador debe conseguir.
El segundo paso es la regresión, que se da cuando la persona, al sentirse contenida, puede abrir su interioridad y puede enfrentar los fantasmas internos. No podemos entrar a esta etapa sin haber pasado antes por la contención. Cuando nos metemos adentro, estamos yendo hacia atrás; y cuando más adentro nos metemos, cuando más profundo vamos, más antiguos son los recuerdos.
El tercer paso es la explicación, significa organizar el Proyecto de Vida. Al regresar, se encuentra la situación traumática y al sacarla a la luz, ponerla en palabras, se organiza la imagen confusa. Si al tener una pesadilla y despertamos angustiados, lo contamos a otro, se baja el nivel de angustia.
Ejemplo; una nena abusada está confundida porque el abuso es nocturno, en una zona muy íntima y además muchas veces la madre es cómplice del abusador y le puede decir: “Vos lo provocaste”, y la nena queda culpable o “Vos lo imaginaste, no es así”, y la nena queda confundida. Entonces ella vivió una cosa y la madre le dice que es otra y entra en estado confusional, por eso es importante que relate en hecho y quién lo escucha puede ponerle en palabras lo que ella sufre, así organiza esa confusión.
Y el cuarto paso es el cambio, ¿cómo lo hacemos? El paciente ya eligió el sentido de su vida y construyó su proyecto. Entonces hay que comenzar a realizarlo y efectuar ese cambio, que es salir de la paralización que genera toda perturbación psicológica.
¿Cuál sería un ejemplo de la terapia de crisis?
La noche que sucedió la tragedia de Cromañón, yo estuve con mi equipo para contener a los padres, en el momento en que tenían que identificar el cadáver de su hijo tendido en la calle. Los padres hacían episodios sicóticos, y había que trabajar con técnicas de psicodrama de emergencia para que el padre no se desarmara del todo. Es un abrazo que se llama “maternaje”, es una técnica bioenergética.
Con mi equipo, preparamos técnicas y demostramos que funcionan. Cuando se pueda hacer a nivel masivo, vamos a implementarlo. Pero antes tenemos que curar a la sociedad. El peor mal es la injusticia social. No puede ser que tantas personas vivan en la pobreza extrema.
En los ’70 empezó a trabajar en el Borda...
Sí. Con veinte pacientes sicóticos organicé una empresa constructora, con la cual hice la plaza que hay en el Borda y pequeñas piecitas, en una de las cuales está actualmente “La Colifata”, y soy el abuelo de ellos. Fue en 1967. Del hospicio me interesaba ese mundo fantasmal, de Dostoievski criollo, como es el fondo del Borda. Mi opción por los pobres y los locos es mi opción por mí, porque me aburre la gente normal. Soy un psicólogo social que optó por los pobres y los locos desde hace muchos años porque me parecen personas mucho más ricas existencialmente. Incluso estuve en un manicomio en Brooklin.
En el Borda los sábados tenemos un espacio de vida, entre los miembros del equipo y los internados. Estamos juntos, no hay distancia, la distancia no existe. Ahora han sacado muchos internados porque quieren vender el lugar.
Peleamos contra la propuesta de la psiquiatría organicista y medical, que encierra sin posibilidad de trabajo. La vida está armada por el trabajo y la familia que son esenciales.
¿La figura de Enrique Pichon Rivière fue inspiradora?
Pude trabajar diez años con él y luego Pichón murió, adquirí muchas cosas de él. Me llamaba su hijo putativo.
¿Que fue el Bancadero? ¿Sigue funcionado?
Hace 27 años creamos con mi equipo la institución de Salud Mental “El Bancadero”, que se hizo sin dinero y sin pedirle permiso al sistema; ya atendió solidariamente a 40 mil pacientes, utilizando la terapia que enseño. Hoy en día sigue en la calle Carlos Gardel 3185, 2º F, Capital Federal, ahí se atienden a todas las personas. El costo no es mayor a los 15 pesos, y se usan para mantener el lugar.
Yo sigo enseñando a docentes primeros auxilios psicológicos para que trabajen con los chicos que están muy alterados. También entreno a chicos de Brasil, Colombia, Ecuador y Chile.
Años después del “Bancadero” llegaron “Las Ollitas”…
Hace casi diez años tenemos “Las Ollitas”. Está más lejos del manicomio y más cerca de la pobreza. Las Ollitas son más o menos 200 chiquitos que alimentamos con autogestión de los padres y de las madres en tres villas de La Matanza. Yo hablo esquizofrenés, que lo usé en Estados Unidos, es un lenguaje de gestos y actitudes del cuerpo. Y hablo el villarés, que es el idioma de la villa. Armamos una organización de mucha solidaridad. Las madres hacen una organización sin corrupción, fideo que entra a las Ollitas, va a la panza de un pibe, no se pierde nada. Son tres Ollitas y se multiplicaron. Se demuestra que es posible, que en el lugar de la muerte se puede generar la vida con la misma gente.
Como digo siempre lo hicimos sin plata y sin permiso, pero siempre aparece la comida.
No hay costos porque el lugar lo hicimos nosotros y cocinan las madres, todo se hace a la criolla. Los sábados se atiende a todos los chicos del barrio.
También tenemos “Las Ollitas Cartoneras”, nos situamos en algún punto específico un día y repartimos alimento. Todos ayudamos, trabajamos con la gente. Hay que enseñarles a pescar no darles el pescado, así aprenden.
¿Cómo ve a la sociedad argentina comparándola con otras sociedades del mundo?
La sociedad entera está en grave crisis, está enferma. La realidad es el trabajo, soy lo que hago, si no, no soy.
Todas las instituciones también están en crisis. A veces los policías son más peligrosos que los ladrones. El fútbol es más agresivo que nunca. Hay violencia y las escuelas están enfermas. Hay una desestructuración por la desocupación, eso destruye a una familia. Sumado a la droga y el paco que es de fácil acceso.
Hay un sistema capitalista salvaje. Antes la Argentina era otra cosa, había cultura solidaria; los psicólogos se morían de hambre, hablo de los `50 y los `60. En un momento vinieron los asesinos del proceso militar, después los ladrones que vendieron todo, y ahora vino la farándula. Asesinos, ladrones y farándula, en ese orden.
La historia nos enseña que alguna vez las cosas pueden cambiar, porque la historia también debe repararse. No nos extinguimos porque tenemos capacidades reparatorias. La Alemania nazi, es un ejemplo; ahora son ellos los campeones en los derechos humanos, de exterminar a los judíos a ser campeones…
Seguir creyendo en la revolución, en un cambio del sistema de producción, es necesario; inclusive más que antes. Esa revolución sería lograr una mayor justicia social con creatividad. Mientras haya injusticia va a haber jóvenes que van a inventar de nuevo la revolución. De todas maneras la solución de fondo, como siempre pasó en la historia, depende de un movimiento de masas inesperado e imparable que rescate un proyecto de país, de Patria. Esta búsqueda de una identidad argentina no es fácil porque implica un cambio de paradigmas.
¿Qué opina sobre la violencia que viven y generan los menores de edad ¿Cuál sería la solución?
Un chico que siempre estuvo tirado en una casa, y nuca hizo nada, es un humano crucificado, está muerto psicológicamente y ahora tenemos las consecuencias.
El 40 por ciento de la población argentina está en situación de marginación tal que no llega a construir un proyecto de vida, siente un vació existencial muy grande y es ahí cuando también aparece la prostitución, los robos y la violencia extrema.
Los chicos que se criaron salvajes son peligrosos y si bien habría solución, no es dentro de este sistema. Porque lo que se hace ahora es llevarlos presos a un reformatorio y salen peor, salen profesionales de la delincuencia.
Se tiene que cambiar el sistema. Hay que construir empleos, con amor y trabajo una persona se repara. Hay que mostrarle las realidades que existen para que vea que hay otro mundo que nunca conoció.
¿Y sobre quienes piden la pena de muerte?
La pena de muerte no sirve para nada. Eso no impide la violencia en el momento que sucede el acto. Los chicos peligrosos dicen “yo sigo hasta que me bajen, porque estoy jugado”… Hay personas que dicen “hay que matarlos a todos”, me pregunto… ¿qué se soluciona con eso?… ¿Quedamos la mitad? ¿Cómo matamos a un millón personas? (ironiza)
¿Cuál es la experiencia más impactante que vivió?
Conocer la India, ver la sociedad occidental, porque ves que no hay violencia. La pobreza no es con denigración. A New York fui en una época dónde estaba el movimiento Hippie, eso me interesó mucho. Yo siempre viajé para conocer, siempre fui curioso, inquieto. Hice el Amazonas a pie, estuve en Perú, en villas, manicomios, selvas, siempre rodeado de personas y viviendo experiencia distintas.
¿Cómo ve la televisión Argentina?
Es un cachivache, todo es parte de la crisis que atravesamos. Me gustaría estar en los medios, yo digo cosas que son fuertes, pero reales. A veces me llaman para opiniones y me gusta ir para poder expresar todo lo que sé. No hay arte… El arte se inventó para afrontar la vida, y enfrentar la muerte. Para explicar lo inexplicable. Cuando la ciencia no alcanza el arte te lo explica. Hace que el monstruo sea entendible y hasta hermoso. El arte en todas sus formas.
¿Por qué se quedó en la Argentina?
Es difícil emigrar. Todo tu “yo” está armado con todo su contexto. Me tienta Brasil. Pero por algo sigo acá.
¿Cree en Dios?
Creo en Jesús de Nazareth y en la Pacha Mama, yo hablo de un Jesús que estaba jodiendo con el amor. Si Jesús resucita ve a este Papa y se vuelve a morir. Le ruego a Dios que exista.
¿Algún mensaje para la sociedad que aún no se repara?
Vamos a salir, porque el futuro es de los jóvenes, porque son los que quedan, nosotros vamos a estar muertos. La historia nos enseña que hay caídas, pero nos levantamos. Hay tormentas, pero luego sale el sol. Los argentinos nos maltratamos muchos, pero vamos a cansarnos de eso alguna vez, hicimos cagadas muy grandes, y no nos extinguimos…
Valeria Carina Massimino.
BIOGRAFÍA:
Nació en el Hospital Rivadavia el 12 de enero de l934. Criado hasta los cuatro años por una familia materna alemana. Eran inmigrantes que llegaron a Comodoro Rivadavia a fines de la primera guerra mundial y comenzaron a luchar. Hijo único.
En el año 1968 publicó su primer libro “Estrategias para Sobrevivir en Buenos Aires”, que en su primer mes vendió 10.000 ejemplares.
En el año 1970, Ángel Fiasché lo lleva con él a trabajar en el manicomio de Nueva York (Brooklyn State Hospital). Cuando regresa de Estados Unidos hace la primera experiencia importante en un hospicio, la Peña Carlos Gardel, en el manicomio Borda. La Peña dio lugar a muchas otras experiencias comunitarias: los grupos de mateadas, el Psicodrama en forma de teatro popular, las cooperativas de trabajo, y además el libro Psicoterapia del Oprimido.
Desde lo académico universitario fue profesor adjunto en la Universidad de Arquitectura y Sociología, siempre en relación con ciencias humanas e Historia del Arte.
Durante la dictadura militar dejó de trabajar porque lo comunitario estaba perseguido, eran los “subversivos psiquiátricos”. En esos años trabajó en Brasil. Se tradujeron dos libros al portugués: “Psicoterapia del Oprimido”, que lleva ya ocho ediciones y “Terapia de Crisis”.
Cuando finalizó la dictadura militar organizó “El Bancadero”.
Entre 1984 y 1985 fue director del Asilo de Indigentes de la Ciudad de Buenos Aires. Ahí estuvo en contacto con 2 mil mendigos de la calle, y organizó una comunidad terapéutica adentro que entró en colisión con los reglamentos municipales. El resultado: lo echaron.
El viaje a Europa le sirvió para completar un video sobre marginalidad en la calle. Tomó registros en Londres, Berlín y París de los marginales, los desplazados, los viejos y mendigos tradicionales. Terminó su “curso de pobreza” en la India.
Se casó tres veces, tiene dos hijos y varios nietos. Y la historia aún no termina.
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