Muchas arrugas tenía su cara, parecía un pergamino ¡Tanto había vivido! Pero fue la soledad lo que dejó las verdaderas marcas sobre su áspera, opaca y triste epidermis. Había dejado de reír con ganas hacía veinte años, luego de la partida de alguien que fue como su amada, pero no fue su verdadero amor… Eso pensaba a veces, porque nunca había amado a alguien como lo habían amado a él… y nunca había dado todo por aquel ser…
Confesó que no había sido su gran amor, como dice una frase: “Lo reconozco, amigo, no es mi gran amor. Pero es, sin lugar a dudas, mi último amor. Y eso debería significar algo”.
Luego de su partida, había hecho cosas que quería y cosas que no quería para tratar de llenar el vacío, pero nada lograba que se sintiera como se sentía antes. Alguna que otra mujer había hecho todo lo que él pedía, incluso le había pagado a una mujer para que hablara como lo hacía su amada, que riera y que lo besara de la misma manera; y hasta llegó a pedirle que usara el cabello como ella, también el mismo perfume y la misma ropa que su querido amor. La mujer actuó de manera perfecta, en todos los aspectos, merecía el premio de la academia; pero por algún extraño motivo algo faltaba.
Él había viajado por el mundo entero, y hasta había intentado tener un hijo, pero no lo logró, "porque era tarde", excusó. Había optado por la soledad, estar siempre solo, menos un día en la semana en la que veía a los pocos seres humanos que quedaban con vida a sus alrededores. A veces, muy pocas veces, la pasaba bien.
Cada año que transcurría las arrugas aumentaban en sus manos y rostro. El pergamino que su cara mostraba era un mapa para seguir, quizás para encontrarse con ella…
Mientras trabajaba, mientras pensaba, todos los pensamientos terminaban cayendo en aquella señora que alguna vez estuvo entre sus brazos. Las fotos llenaron todos los espacios posibles.
No lloraba, tan solo vivía de recuerdos, y eso era triste. Le dijeron loco, enfermo, infeliz, demente, viejo, pervertido, patético, perdido, extraño, sucio, ridículo, perturbado, misterioso, tantas cosas… pero nadie sabía que estaba así por la perdida de un ser, hacía casi veinte años que estaba así, y nadie sospechó que era por aquella persona. Quizás no lo conocían como lo conocía ella.
La gran casa en dónde habitaba lo hacía parecer un extraño en aquel enorme silencio que escondían las paredes. La foto de ellos aún permanecía en el mismo lugar, y el camisón de su amada, con aroma a jazmin, dormía en la misma percha de madera gastada.
“Debería haberme comprado un perro”- pensaba en voz alta…
Quería dejar de recordarla, no pensar más en ella más. Pero no podía matarse, era cobarde si lo hacía, era cobarde si no lo hacía…
- ¡Hallé la solución!- gritó un día. Ya que todo le recordaba a su amada.
Decidió hacerse una operación, y pidió al médico que entrara en las fosas nasales y le extirpara el órgano de la olfacción, la pituitaria olfativa, de esa manera ningún olor le recordaría a ella… y eso sería un gran paso.
Así fue…
El creyó estar mejor, porque el perfume ya no la traía a sus recuerdos, de igual modo, ella se filtraba en su mente. Y siempre llegaba a su memoria. Además habían otros olores: el olor de su piel también estaba en su mente; más allá de eso la situación que vivía algo había mejorado. Pero por ejemplo, había problemas con ciertas comidas, ya que le recordaban a ella, no era el olor sino el sabor… Entonces había otro problema: quedaban las papilas gustativas, y también pidió que se las extirparan… Todo lo hacía para dejar de sufrir, y aceptar que ella ya no estaba.
No le importaba no volver a sentir ciertos gustos, solo debía olvidarla. El tacto, era otro sentido, pero nadie tenía la misma piel que ella, entonces eso no era un gran problema, porque ya no la tocaría más… solo en sus sueños, o bien en pesadillas…
Sus ojos seguían abiertos, pero los ojos pueden estar abiertos y no ver la realidad, como también pueden estar cerrados y seguir viendo cosa, pero la vista no era el problema, porque podía no ver más fotos, ni filmaciones, pero igual ella estaría en su mente, en sus constantes sueños, y la vería, y cuando pensó eso, se dio cuenta de todo:
¡¡Si! el problema es la mente!!
“¡LA MENTE!” – GRITÓ.
¿Qué debía hacer? La mente manejaba todo, lo hacía pensar, lo manipulaba, lo acorralaba, lo hacía sentir culpable y la traía todo el tiempo a ella…
-¡Una lobotomía!- gritó.
De esa manera ya no estaría en su mente…
¡Sí, una lobotomía…!- afirmó.
No se lamentó más, era la solución; además ya había perdido el sentido del gusto y el del olfato…
Y así lo hizo...
¡Oh Dios! ¿Qué sucede?
¿Por qué sigo recordándola?
¿Por qué siguen sus palabras en mi?
Su aroma…
Sus caricias…
Sus besos…
Sus enojos...
Su piel…
Su risa…
¿Por qué aun está viva en mi vida?
Sus ojos, su suave cabello, el aroma, sus gritos, su alegría, su sonrisa, sus palabras, su cuerto… su todo…
¡Dios! ¡Quítamela de mi vida! ¡Quítamela de la mente!”
Y así fue, la quitó de su mente… El quedó vivo por dentro, pero muerto para el resto del mundo…
Aún así continúa recordándola… Todo lo que hizo fue inútil, porque ella estaba, y aún está en su corazón.
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