No me gusta contar historias sobre el circo, pero siempre termino cayendo en ellas. No relato bellos cuentos de hadas, no… ya no… Creo que nunca salieron de mi imaginación aquellos maravillosos sueños que luego formarían el cuento de hadas más hermoso del mundo jamás contado. Lo Lamento lectores, hoy les traigo la peor de las historias, la historia de los cerdos, de un gran chiquero, y estos seres no son los simpáticos y trabajadores cochinillos de los hermanos Grimm.
Han regresado, son malvados, manipulan a los que no son como ellos, viven de la energía de los otros, aman los "flash" de las cámaras de fotos, aunque no es la luz que prefieren. Son seres que son felices cuando otros sufren, algunos dicen que no tienen alma, porque si la tuvieran no serían tan crueles. Se mofan del diferente, aman contar las monedas de oro que poseen y compiten por el poder. Maltratan al personal humano que los rodea y con desprecio le dan solo una moneda de plata por horas trabajadas.
Tienen bufones y payasos para que cubran con risas los negocios que hacen. Tratan de transformar a todo el universo en cerdos, en seres tristes y egoistas... Los costosos habannos que fuman siguen encendidos, y todo arde a sus alrededores... Hoy, en el circo, en este gran show, el que más sufre es el payaso, parece que la máscara se adhirió demasiado y no recuerda lo que solía ser. Pero la máscara que asfixia es la de los cerdos, no hay salida si piensas o sientes como ellos, porque te conviertes en eso y la máscara se aferra a tu epidermis hasta que cambias por completo.
Dragonfly.
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